Nombre/seudónimo autor: Sonia Montava Marín
Título: Evanescentes
Género: Fantasía, Romántica
Saga: La idea es que SÍ.
Sinopsis:
Leah
es una joven estudiante de psicología.
Enamorada perdidamente de Alec, el
hermano de su mejor amiga, se embarcará junto a ellos en una aventura en la que
descubrirá que es poseedora de un extraño don que la llevará a traspasar los
límites de la razón humana, llegando hasta los confines de su imaginación.
¿Podrá mantenerse fiel a su corazón o
sucumbirá ante la oscura e irresistible tentación que se cierne sobre ella?
Resumen más extenso que la sinopsis:
"Como lectora aficionada a la
fantasía y a las novelas románticas he querido recrear un mundo que aúne los
dos conceptos. En esta novela nos adentraremos en el universo
"Evanescente" de la mano de Leah, nuestra protagonista. Viajaremos,
descubriremos nuevos mundos y, sobre todo, sentiremos a través de la narración
en primera persona. ¿Alguna vez te has preguntado cómo sería nuestra vida si no
pudiésemos sentir? El aire, la lluvia... el tacto de la persona a la que amas.
De esta reflexión nace nuestro eslogan ("SIGLOS SIN SENTIR... HASTA QUE
LLEGÓ ELLA") y nuestra historia.
Presentación de los personajes:
Leah: Nuestra joven protagonista es una
chica ingenua, apasionada de los libros y eterna soñadora. Vive enamorada de
Alec desde que tiene uso de razón, pese a que este la ve, únicamente, como a
una chiquilla.
Anna: Es la mejor amiga de Leah.
Inquieta, impulsiva y eterna aficionada a los videojuegos de acción, posee una
personalidad totalmente opuesta a la de su amiga.
Alec: El chico ideal. Guapo, simpático y,
para desgracia de nuestra protagonista, totalmente inaccesible.
(Si queréis conocer más a nuestros
personajes no dudéis en adentraros en nuestra historia)
Fragmento:
A través de megafonía se anunciaban las
sucesivas paradas y una corriente humana entraba y salía a través de los
compartimentos del metro. Menuda rutina.
Los ruidos de pasos apresurados, gritos,
risas, se fundían con las notas prodigiosas de la flauta de Alberto.
Una anciana leía un periódico mientras
seguía el compás de la música con los pies. Un hombre alto y bien vestido, con
pinta de abogado o algo por el estilo, miraba constantemente su reloj mientras
resoplaba sonoramente. A su lado, meciéndose lentamente en su asiento, una niña
fijó la vista en mí. Le devolví la mirada y apenas se inmutó. Era una joven de
unos seis años, muy guapa, de cabellos cobrizos y grandes ojos verdes. Parecía
la típica muñeca de porcelana perfecta,
podría decirse que tenía un aspecto casi irreal. Llevaba puesto un vestido
bastante raro, con un montón de volantes y puntillas.
Se mecía al compás de la música y a
pesar de que su mirada se dirigía hacia mí, parecía ausente, traspuesta, como en otro mundo.
De repente su expresión cambió y torció
el gesto en una mueca de dolor, mientras pataleaba insistentemente.
¿Qué le pasaba?
Comencé a sentirme incómoda y carraspeé,
tosiendo levemente, para llamar su atención.
Nada.
El resto de la gente presente en el
vagón parecía no darse cuenta de lo que
sucedía. Incluso cuando comenzó a sollozar repetidamente, nadie alzó la
cabeza para mirarla.
Me levanté y me acerqué hasta ella.
—¿Estás bien? ¿Qué ocurre? —Coloqué mi
mano sobre su hombro. Al instante me miró y de repente soltó un grito inhumano
que hizo que me tambalease hacia atrás y cayese al suelo.
—¡Leah, Leah!, ¡despierta! —susurró
Alberto mientras me zarandeaba—. ¡Te has quedado dormida y te has saltado tu
parada!
Abrí los ojos bruscamente.
—¿Dónde está la niña? —balbuceé entre
jadeos. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que todos me estaban observando.
Noté como mis mejillas se sonrojaban al instante. El asiento que ocupaba la extraña niña estaba
vacío.
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