Nombre: Raquel Castro
Título: Ladrones de
Alegría
Género: Ficción
paranormal
Sinopsis:
Esther es una
atractiva chica de treinta y nueve años. Vive en una de las zonas más caras de
Nueva York y trabaja como reportera en un programa de corazón de un modesto
canal de televisión local.
Fría y
calculadora, roba la energía a todo el que se cruza en su camino con tal de
seguir viva un día más. Necesita alegría para alimentarse, ya que Esther, es
una zombi energética de las más peligrosas. Estadio cuatro. La transformación
ha concluido siendo uno de los zombis más peligrosos que pululan entre nosotros
y de los más difíciles de identificar a primera vista, pues se camuflan bajo
caras bonitas y carismáticas.
Con frases
envenenadas como “no quiero hacerte sentir mal pero…” o “te digo esto por tu
bien…” intentarán hacerte sentir mal y destrozar tu estado anímico. El robo del
tu energía será la primera señal de advertencia. Al menor síntoma de cansancio
o aturdimiento sal corriendo, porque lo primero que te robarán será tu energía
y lo último, tu vida.
Las víctimas de
Esther se cuentan por decenas. Siempre victoriosa, con el gaznate lleno y el deber como zombi cumplido, dejando un
reguero de gente agotada y aturdida a su paso. Hasta que en su descenso a la
oscuridad se topa con Michael, un alma pura que profetizará su destino a partir
de ese momento.
La suerte de
Esther da un giro de trescientos sesenta grados, y una serie de
infortunios la acecharán un día tras
otro para despojarla de todo lo que le importa.
Será en ese
preciso instante cuando Esther deba escoger entre alimentarse de seres
inferiores y con baja autoestima o salir a la luz y renunciar a sus poderes de
no-muerta.
Personajes:
Esther: 39 años. Reportera de un programa de
corazón en un canal local de Nueva York. Fría, calculadora y manipuladora capaz
de escalar en su vida y en su carrera profesional a costa de casi cualquier
cosa. Morena, ojos azules y cuerpo de infarto. Desgraciada en el amor y en la
mayoría de las relaciones personales que intenta establecer. Zombi en estadio
cuatro.
Olivia: 35 años. Hermana pequeña de Esther.
Vive en Galicia con su pareja Federico regentando un pequeño hotel rural.
Enemiga número uno de Esther rivalizando por el amor de sus padres. Buena,
cariñosa e hija perfecta. Ser de luz.
Beatriz: Becaria del Canal 7 y almuerzo, cena y
tentempié de Esther. Sumisa, tímida e introvertida. Infectada.
Andrea: 39 años. Única y mejor amiga de Esther.
Casada con Adam y con dos hijos. Confiada y amable. Zona cero.
Adam: Esposo de
Andrea y padre de sus dos hijos. Casado con Andrea por su posición social. Con el
trascurso de los años no pudo más que enamorarse de la encantadora Andrea.
Amante de Esther. Mutante.
Federico: 40 años.
Italiano. Rapado, musculado y pintor aficionada, ayuda a su pareja Olivia en el
hotel rural compaginándolo con el taller de pintura que imparte en el pueblo.
Alma pura objeto de deseo de Esther.
Fragmento:
1-
ZOMBIS
SEDIENTOS DE SANGRE
La
vida es difícil para todo el mundo. Vivimos en mundo complejo donde todo lo que
hacemos está previamente predeterminado y estudiado al milímetro. Nada se deja
al azahar en nuestro mundo prefabricado.
Nacemos
casi sabiendo lo que vamos a hacer el resto de nuestras vidas y pronto la
sociedad nos etiqueta como si fuéramos un artículo del súper.
Nadie puede salir de este club por temor al desprecio y al destierro. No hay
lugar para los diferentes entre ellos, para las mentes libres y soñadoras. No
les gustan las personas felices porque son las más difíciles de domesticar.
Así
que por temor a ser fugitivos de la
sociedad, sucumbimos a la presión y hacemos exactamente lo que se espera de
nosotros. Esperando un poco de aceptación por parte de los demás, la cual nunca
llega y nunca nos parece suficiente. Estamos dispuestos a hacer un esfuerzo
sobrehumano para que los demás nos quieran y nos den su aprobación, pero en
cambio no somos capaces de seguir nuestro instinto e intentar se felices
escogiendo nuestro propio camino.
La
mayoría sucumben por la presión del entorno y llevan el resto de sus vidas una
existencia insulsa y anodina. Condenados de por vida a la frustración, vagan
por el mundo como “zombis” sedientos de la felicidad ajena, envidiando a los
más valientes que han decidido alejarse de la senda preestablecida y emprender su propio camino lejos de la
seguridad y el calor de la mayoría.
Despojos
humanos llenos de podredumbre. Almas vagabundas en busca de alimentos.
Aulladores de la noche…, nunca se sacian, siempre necesitan más.
En ese descenso a las profundidades del abismo
que provoca vivir una vida que no la sientes como tuya, la maldad hace mella en
muchas almas marchitas y se abre paso para calmar un poco de frustración
atormentando a seres más débiles e inferiores, y así sentir por un momento que
se tiene el control. El control de una vida vacía y sin alicientes.
El
camino de la felicidad es difícil y está lleno de obstáculos. Sólo los más
valientes se han aventurado por ese camino tortuoso y peligroso lleno de enemigos acechándote en
cada esquina. No todo el mundo puede ser feliz. No todo el mundo pude vivir al
margen de todo.
Los
más necios suelen escoger el camino más fácil, el de la mayoría, ya
preestablecido por defecto en nuestras mentes controladas y se pasan la vida
quejándose, culpando a los demás, a la sociedad,….etcétera, de lo mal que les
ha tratado la vida sin el valor suficiente para mirar sus propios ombligos en
busca de respuestas.
Muchos
se convierten en zombis amargados que pululan por ahí fuera en busca de alegría
fresca. Viven de la energía de los demás, se nutren de ti para seguir adelante,
te buscan para dejarte seco y sin fuerzas y así poder seguir por unos días más
vagando sin sentido.
Pero
sin duda alguna los más peligrosos son los que yo denomino “Total Zombi”. Ya
han completado su trasformación. Fríos y calculadores. Gestionan perfectamente
sus emociones. Son contenidos y te observan cuando no te das cuenta intentando
manipularte.
Escondidos
bajo caras amables y familiares, hunden a su víctima a base de frases
envenenadas como: “te lo digo por tu bien” o “no quiero hacerte sentir mal
pero…” Cuando menos te lo esperes estarás deprimido y sin fuerzas,
preguntándote qué demonios ha pasado mientras ellos erguidos y con sus gaznates
repletos de tu sangre salen por la puerta con sus rostros resplandecientes en
busca de su próxima víctima.
Su
apetito es voraz siendo más difíciles de reconocer que los zombis normales, de
ahí su gran peligrosidad. Se harán pasar por tu mejor amigo hasta que un día te
despiertes abatido y sin ganas de nada.
La
culpa es tuya. Tú les has dejado entrar en tu casa, les has abierto la puerta
de tu corazón y ahora les perteneces. Has entrado en su telaraña. Han minado
poco a poco tus defensas hasta derrotarte por completo.
Aún
agonizante, sigues preguntándote si realmente eres una víctima o son
imaginaciones tuyas. Son los más dañinos porque nunca les ves venir hasta que
ya es demasiado tarde para ti. No hay muchas señales que te permitan
reconocerlos, únicamente una sensación angustiosa de cansancio y agotamiento
cuando estás cerca de ellos.
El
robo de tu energía será la primera señal de advertencia. Cuando tengas esta
sensación sal corriendo sin dudarlo. Intentarán convencerte de que estás viendo
visiones, que únicamente son imaginaciones pero tú sigue caminando sin mirar
atrás.
Están
por todas partes, nos rodean, cualquier sitio es bueno para toparse con alguno.
Desde el maleducado que se pasa toda la película comentándola sin importarle
incomodar ni molestar a los demás. Hasta la señora que muy hábilmente se sitúa
junto a ti en la cola de la carnicería haciéndose la despistada, sin mirarte a
la cara mientras hace una radiografía de ti “su víctima” con una mueca de asco
sujetando su viejo monedero con los brazos cruzados a la altura del pecho.
Adelanta sigilosamente un pie y antes de que puedas ni siquiera pestañear le pide al tendero medio kilo de pechugas
fileteadas.
Pasan
totalmente desapercibidos para nuestros ojos y se camuflan entre la multitud
como seres totalmente adaptados y socialmente aceptados, pero que no te
despiste su apariencia física, pues bajo en muchos casos un cuerpo bonito se
esconde un alma corroída por la amargura y un cuerpo en descomposición en busca
de tu sangre.
Tu
alegría les es del todo incómoda y no pararán hasta que hayan acabado contigo.
Si te topas alguna vez con un zombi ¡HUYE, HUYE POR TU VIDA! corre todo lo que
puedas porque sólo así podrás salvarte. No intentes heroicidades como hablar
con ellos, ayudarles o hacerles entrar en razón, es inútil, muchos inocentes lo
intentaron antes sin éxito y ahora tratan de superar las secuelas de su mortal
mordedura.
No
puedes ayudarles, sólo ellos mismos pueden volver a la vida y dejar de
alimentarse de los demás si antes se arrepienten de todo el daño que han
causado.
Al fin y al cabo, supongo que todos tenemos
derecho a redimirnos de nuestros pecados, a que absuelvan a nuestras pobres
almas pecadoras de arder en el fuego eterno, a disolver nuestro karma negativo
con buenas acciones y actitudes de buen samaritano.
Pero
el karma pide un precio muy elevado por cada mala acción y serán castigados con creces hasta que sus
almas estén limpias. El universo no recobrará el equilibrio hasta que no paguen
por todos sus pecados y por todas las personas a las que han causado sufrimiento. Ninguna mala acción
queda sin castigo. Estén donde estén les encontrará para cobrarles la cuenta.
Nadie se va sin pagar. El día de la redención parecía estar aún muy lejos para
Esther.
Esther
Castro Rodríguez era una Total zombi de manual, y de los más peligrosos que
circulan entre nosotros. Fría y distante, se alimentaba de seres inferiores con
baja autoestima para mitigar su alma frustrada. Sin rumbo en la vida, vagaba
por ahí sin ton ni son, buscando alegría fresca para devorarla con su voraz
apetito, y así, por una milésima de segundo sentirse un poco viva con la
garganta llena de sangre.
Un
día como otro cualquiera entró por la puerta de las oficinas del Canal 7. Un
pequeño canal de televisión de Nueva York, dirigido principalmente a la
población latina, en el que trabajaba como reportera en un programa de corazón.
Ataviada con un dos piezas, americana negra entallada con blusa blanca y
minifalda negra a juego, zapatos negros
de tacón alto y bolso de marca. Gafas de sol tres veces más grandes de lo normal
que se quitaba estratégicamente dentro de la oficina después de dar los buenos
días a la recepcionista.
Debido
a su habitual contoneo de caderas y
movimiento de melena de un lado para otro no se percató de la presencia
de Michael, un becario del departamento de documentación, que venía hacía ella
cargado con una montaña de documentos que le sobrepasaba la cabeza.
Michael:
Alma pura. Persona no infectada.
Espíritu libre. Sin contaminar. La maldad no anida en su corazón. Mirada limpia
y pura. Capaz de ver a zombis que no han completado su transformación tal y
como son en realidad. Menos a los Total zombis o zombis completos en estadio
cuatro. Aquellos que han alcanzado la plenitud como no–muertos y que sólo son
visibles para Seres de luz, pero en cambio puede olerlos y percibirlos.
–¡Mira por dónde andas! ¿Es que eres
tonto? La has liado buena. Recógelo
ahora mismo si no quieres que avise al director para que te despida…–dijo
Esther olfateando a Michael en busca de sangre.
Inocencia
de primera calidad. Sin aditivos, tal y como le gustaba a Esther. La boca se le
hacía agua y sus dientes corroídos de no–muerta se preparaban para el festín.
–Pero señorita Esther… si ha
sido culpa suya… usted ha chocado conmigo…–
–¿Perdona? ¡Da gracias de
que no hago que te despidan en este preciso momento!–
–Algún día el universo te
hará pagar por todo lo que has hecho… bruja…–musitó Michael entre dientes.
–¿Cómo has dicho?–desplegó sus dientes.
Una
víctima respondona. No estaba acostumbrada a que su comida hablara de esa
manera.
–Michael, venga, yo te ayudo a recoger–dijo
Amelia la recepcionista arrodillándose en el suelo.
Amelia:
Mutante. Estadio dos. Cuarenta y
tres años. Madre de dos hijas adolescentes que tuvo siendo muy jovencita.
Malvive con su marido y sus hijas en un minúsculo apartamento al este de Nueva
Jersey. Se alimenta de seres inferiores que le ofrecen su alegría y su sangre.
Normalmente sacia su voraz apetito en el seno de su familia. En el trabajo se
muestra sumisa y se deja devorar por zombis completos para conservar su puesto
de trabajo.
Esther
se alejó airosa perdonándole la vida a Michael, al menos por ahora, no sin
antes pisar un par de papeles pensando en qué demonios había querido decir ese
becario maleducado con eso del universo. Lo dejó correr porque tenía que
centrase en sus asuntos y también porque hoy, como cada día, llegaba tarde a
trabajar.
Dejó
su bolso en el suelo de su despacho y su abrigo colgado en el perchero y se fue
directamente a la máquina de café. Necesitaba despertarse.
Introdujo
unas monedas apoyada en la máquina intentando recordar lo que había querido
decir aquel chico sobre el universo. Agarró el vaso de plástico y se lo acercó
a la boca para dar el primer sorbo mientras resonaban en su cabeza las palabras
“universo” y “pagar”. Las primeras gotas de su café solo cayeron en su paladar
abrasándole la lengua. En un intento
desesperado por alejarse del café hirviendo, se lo derramó encima de su
preciosa blusa blanca casi transparente, que ahora después del café no
necesitaba el casi.
–¡Mierda! ¡Mi blusa de seda! ¡Dios!–
Aporreó
la máquina de café con sus preciosos zapatitos negros con tacón de aguja,
acompañando cada envite de todos los insultos habidos y por haber que se
agolpaban en su lengua viperina unos encima de otros sin orden ni control.
Los
alaridos de Esther hicieron que la recepcionista alarmada corriera en su
auxilio.
–¿Se encuentra bien doña Esther?–le
preguntó Amelia acercándose a ella con mucho temor.
Su
aroma la cautivó una vez más ¡Oh, dulce Amelia, fiel súbdita de no–muertos
sedientos! Siempre estaba allí cuando la necesitaba. Dispuesta a saciar el
apetito de una Total zombi como Esther, sin rechistar, sin oponer resistencia y
seguir viva un día más para volver el encuentro de su señora y colmar de nuevo
su sed ¡Era la comida perfecta! Y ahora, después de su desagradable incidente
con la máquina de café, necesitaba un poco de energía fresca para recuperar la
dignidad que el café solo había derramado en su blusa y en el suelo de la sala
de descanso para empleados.
–¡Pues claro que no me encuentro bien!
¡Pero qué clase de pregunta es esa! ¡Me he derramado el puto café hirviendo por
encima!–dijo engullendo la energía de Amelia. Relamiéndose casi compulsivamente
los labios.
La
pobre Amelia siempre estaba allí cuando Esther necesitaba un poco de sangre
fresca. No oponía mucha resistencia, y muy servicialmente le ofrecía su cuello
para que Esther se alimentara siempre que lo necesitara. Era la recepcionista
perfecta, siempre atenta a tus necesidades.
–Sí…–
–¡Deja de mirarme como un
pasmarote y tráeme una toalla limpia para que me seque!–
–¡Sí doña Esther! ¡Ahora
mismo!–
–¡Dios, que mujer más
inútil! Si de mí dependiera te hubiera despedido hace ya mucho tiempo…–farfulló
Esther mientras veía a Amelia alejarse desorientada en busca de algo seco con
lo que se pudiera limpiar.
–¿Qué ha pasado? ¿Por qué
grita la bruja?–le preguntó Michael.
–Se ha derramado el café por
encima. Necesita algo para secarse y no tengo nada que darle–
–¡Toma karma! Le está bien
merecido por bruja ¡Cómo me hubiese gustado verlo en vivo y en directo…!–rió.
–¿Qué le doy para que se
seque? No hay nada…–
–Que se joda, déjala, que se
busque la vida…–
–No puedo, si no le llevo
algo seco me gritará. Le daré mi rebeca–
–¡Estás tonta! Dile que no
has encontrado nada con lo que se pueda secar y listo. Encina no le vas a dar
tu ropa ¡Hombre! ¡Ya lo que faltaba!–
–Prefiero darle mi rebeca
antes de que grite, hoy sólo quiero calma…–
–Vale Amelia, como tú quieras, tú misma…
yo ya no te quiero decir nada…–
Amelia
se acercaba temblorosa con su chaquetita marrón en la mano, rogando al cielo
que Esther tuviera a bien aceptarla sin más, sin gritos, sin reproches, sin
sobresaltos…
–¡Ya era hora! ¡Qué has ido
a buscarla a China!–
–Perdone doña Esther, es que
no he encontrado ninguna toalla para que se seque. Le he traído esta rebeca
para que se pueda cambiar de ropa–
–¡Ah, no! ¿De dónde demonios
has sacado esta horterada? Ni mi abuela tenía tan mal gusto…–rió.
–Es mía señora…–
–Tuya tenía que ser… anda trae acá… me
la tendré que poner, no tengo más remedio. Espero no encontrarme a nadie
conocido por la calle con esta horrible rebeca–dijo Esther arrebatándole de las
malos la rebeca con una mueca de desagrado.
De
vuelta a casa, la preocupación de Esther se centraba en pasar desapercibida.
Ella nunca se hubiese permitido salir de casa con esas pintas. Con una
reputación que conservar, se parapetó detrás de sus exclusivas gafas de sol e
intentó no cruzarse con nadie conocido hasta llegar a casa.
Esa
noche era especial. Adam, su último amante venía a cenar a casa después de
muchos intentos en vano.
Abrió
la puerta de su loft henchida de alivio al sortear miradas indiscretas y
exhalando con fuerza la cerró tras de sí apoyando unos segundos su espalda.
Tiró el bolso encima del sofá blanco de piel y se sirvió una copa de vino tinto.
Soltándose
el pelo se acercó con su copa de vino en la mano a la ventana del salón. Tragó
un sorbo del delicioso vino disfrutando de las impresionantes vistas de Nueva
York al atardecer.
La
lucecita del contestador automático parpadeaba incesantemente. Dejó
inmediatamente la copa de vino sobre de la mesa de cristal del comedor
anticipándose a lo que estaba a punto de escuchar. “Esther, soy Adam, mira
cariño lo siento pero ha surgido algo…, veras…, resulta que es el cumpleaños de
mi mujer y se me había pasado. Espero que lo entiendas, no puedo hacerle eso.
Mi hija pequeña le ha hecho un dibujo en el cole ¿Lo entiendes, verdad…?
Adam:
Mutante. Estadio dos .Cuarenta y
cinco años. Dos hijos. Arquitecto y marido de Andrea, la mejor amiga de Esther.
Enamorado a primera vista del dinero y la posición social de Andrea. Con el
tiempo y para su desgracia, Andrea se
adentró en su corazón, y ya no sabía cómo deshacerse de ella sin lastimarse a
él mismo.
Ira,
odio y furia emanaban de los ojos de Esther a punto de estallar hasta que el
timbre frustró la inminente detonación.
–¿Andrea? Pero… ¡qué
sorpresa! ¿Cómo tú por aquí?–
–Pasaba por aquí y quería
saludarte… ¿no me invitas a pasar?–
–Sí, claro, pasa…–dijo Esther perpleja.
Andrea:
Zona cero. Personas no infectadas.
La maldad está presente en muchos casos en sus corazones aunque no estén
contagiados, no pudiendo convertirse en Almas puras o Seres de luz. Normalmente
son la comida preferida para los no–muertos, puesto que no les ven venir y
normalmente no oponen resistencia.
Por
muy extraño que pudiese parecer, dado su
voraz apetito, en ese momento Esther no tenía ganas de más sangre.
Andrea siempre fue una de sus víctimas favoritas. Incapaz de ver el auténtico
aspecto de Esther, creía inocentemente que eran amigas ¡Pobre desgraciada! Nada
más lejos de la realidad. Y volvía una y otra vez a ofrecer su sangre
fresca al zombi en descomposición de
Esther.
Pero
hoy ya había comido suficiente y su gaznate estaba lleno y sin ganas de más. Lo
único que le apetecía era retirarse a sus aposentos y afilar sus garras hasta
su próximo ataque.
–Es que no quiero llegar a
casa... ¡vino! justo lo que me hace falta en este momento–dijo Andrea cogiendo
la copa de vino de encima de la mesa de cristal y tomándosela de un solo trago.
–Eso era mío…–dijo Esther
molesta en voz baja.
–¿Qué dices?–
–No, nada, que si quieres
otra copa–dijo Esther abriendo el frigorífico.
–Sí, por favor ¡He tenido un
día de mierda!–Exclamó Andrea tirándose abatida en el sofá.
–¿Qué pasa? ¿Alguna novedad?–preguntó
Esther llenando dos copas con pulso tembloroso.
–¡Hoy es mi cumpleaños y mi
marido no se ha acordado! ¡Los únicos que me ha felicitado han sido los de la
herboristería de al lado de casa….! ¡Y
por e–mail!–dijo desolada.
–¡Felicidades…!–
–Lo ves... Pero si ni mi mejor amiga se
acordaba ¿Acaso le importo a alguien?–
Este
es el preciso momento en el que se reconoce a un zombi. Si una amiga (o amigo)
se siente destrozada, necesitada de un poco de apoyo por tu parte y te
pregunta: “¿Acaso no le importo a nadie?” Lo más lógico es que le respondas:
“No digas eso…claro que importas a mucha gente. Habrá sido un descuido, ya
verás como cuando vuelvas a casa tu marido te tiene preparada una sorpresa...”
O algo por el estilo en la dirección le quito hierro al asunto porque te quiero
y te hago sentir bien… ¡Vamos, lo normal…!
Pero
en el caso de los zombis es diferente y
este es el momento clave para poder reconocerlos.
Hay
dos opciones: escoger el camino del bien haciéndote sentir mejor y apoyándote,
o por el contrario escoger el camino del mal y hacer que te encuentres aún peor
que cuando entraste por la puerta.
Este
es el momento justo en el que abren sus gargantas sedientos de sangre y
empiezan a chuparte hasta la última gota de energía hasta dejarte seco,
aturdido y con ganas de morirte.
–Bueno… ya sabes lo que
dicen del matrimonio…–dijo Esther quitándole de las manos la copa de vino.
–¡No! ¿Qué dicen...?–
–Pues que es la tumba del
amor. Los hombres una vez que están casados
pierden interés…–
–¿Tú crees?–
–¿Pero tú cuantos años
llevas con él?–
–Quince… pero yo sigo
enamorada de él. No tengo ojos para otro hombre y además es el padre de mis
hijos…–
–Los hombres son diferentes.
Ellos necesitan propagar su semilla…–
–¿Propagar qué…?–
–¡Su semilla! Ya sabes, es
instintivo. Sienten la necesidad de fecundar a la mayor cantidad de hembras
posibles… y claro obviamente con dos hijos… Contigo ya ha cumplido con creces–
expuso contundente Esther dándole un sorbo a su copa de vino.
–¿En serio? Entonces… ¿tú
crees que mi relación ya está rota?–
–¡Si cariño! Siento mucho
ser yo quien te diga esto pero… Es la naturaleza. Tú ya le has dado a tu marido
todo lo que le podías dar; tu belleza, tu juventud, dos hijos… y ahora él
buscará eso en otra persona nueva–
–¡No creo! ¿Adam?–
–Que no se haya acordado de
tu cumpleaños es sólo la primera señal–
–¿Y qué hago yo ahora?–
–Pues lo mismo que él
¡Búscate a otra persona! ¿O vas a permitir que te tire a la basura como a un
trapo viejo?
–¡No! ¡Eso sí que no!–
–¡Déjale tu primero! ¡No
permitas que te humille de esa manera!–
–¡Sí! ¡Tienes razón! No voy
a permitir que me humille–
–Claro, si ahora ser
divorciada es lo más…tú ponte guapa y sal por ahí…–dijo Esther acompañándola
hacia la puerta.
–Podríamos salir juntas de
marcha–
–Sí… pero otro día que hoy estoy muy
cansada. Saludos a Adam de mi parte–
Cerró
la puerta con rabia al saber que el hombre de su vida la había dejado plantada
por su amiga. Andrea era su esposa pero ese dato no la hacía sentir culpable
por lo que estaba haciendo ni por un segundo.
Todo
lo que hacía tenía justificación en la cabeza de Esther. Simplemente lo quería
y punto. Todo lo hacía para conseguir un fin muy concreto: su propia
satisfacción.
Estrujó la copa de vino con tal fuerza que el cristal
se rompió en mil pedazos y su sofá de piel blanco se tiñó de rojo. Enfurecida
al ver en qué estado se encontraba su carísimo sofá de diseño comenzó a quitar
los cristales y el vino derramando con la mano y fuera de sí.
La
adrenalina mezclada con ira corría por sus venas sin advertir el daño que se
estaba infringiendo. Su mano se tiñó de rojo al igual que el sofá a causa de
los cortes. Sintió como se mareaba y presa del pánico por la posibilidad de
perder el control llamó a Adam.
–¡Adam! ¡Adam!–
–¡Estás loca! ¡Te he dicho
mil veces que no me llames a casa!–
–Me he cortado. Hay mucha
sangre. Me mareo ¡Tienes que venir a ayudarme!–
–¡Andrea está a punto de
llegar, estoy con los niños!–
–¡Te necesito! ¡Elige, ellos
o yo!–
–Esther, no vuelvas a
llamarme…–
–¡Adam! ¡Adam! ¡No me puedes hacer esto!
¡Adam!–
Lanzó
el teléfono por los aires presa de la ira. No tenía a nadie a quien acudir.
Quizás sus padres pero vivían lejos, en Nueva Jersey, y tardarían demasiado en
llegar. Por no mencionar que no le apetecía que se enteraran del lamentable
estado mental en el que se encontraba.
Así que se vistió y se acercó a su centro de salud para que le hicieran una
cura.
Anduvo
cabizbaja entre la gente con su mano vendada y una vieja sudadera gris que
encontró en su armario y que consiguió enfundarse tras muchos aspavientos de
dolor. Esto no le podía estar pasando. Ella, que tenía a todos los hombres a
sus pies, a su servicio para darle todo lo que necesitaba.
Lo
cierto es que Adam sí le daba todo lo que deseaba, si no coincidía con su
mujer, por supuesto. El problema radicaba en que Esther sólo se fijaba en
hombres poderosos, con dinero, posición social… y eso normalmente iba
acompañado de una esposa y unos niños. Por lo que Esther, muy a su pesar, se
tenía que conformar con las migajas, de lujo por supuesto, que le podían
lanzar.
Esther
era una zombi de grado cuatro. Veréis, para mí los zombis que deambulan por ahí
fuera, entre nosotros, poseen su propia escala de intensidad. Desde los más
inofensivos hasta llegar a los más letales. Claro está, que esta escala no es
fija y puede ser que alguno de ellos
tenga varias características de más de un estadio.
El
aspecto real de estos seres en descomposición tan sólo es perceptible por un Alma pura. Personas más evolucionadas
que ven a través de sus ojos su carne podrida, su nauseabundo olor, etcétera.
Para las demás personas son totalmente imperceptibles. Una vez que han llegado
al estadio cuatro completando la transformación tan sólo los Seres de luz podrán ver su verdadero
aspecto.
En
el número uno están los “Infectados”:
Engloba a aquellas personas que están desarrollando la enfermedad o que estando
ya infectados no pasan de este estadio. Son aquellos individuos que se te
cuelan en la cola del súper, que te empujan al pasar y no te piden perdón, que
te miran mal por la calle sin conocerte de nada (más de tres segundos seguidos
ya es una falta de respeto), que copian todo lo que haces con envidia, que te
critican a tus espaldas y luego te ponen buena cara, etcétera. Por desgracia,
lo normal es que sea la antesala de algo peor y que estén mutando, su carne
está empezando a descomponerse. Pero muchos se quedan siempre en este estado,
hibernando, su maldad se congela esperando algún choque emocional brusco para
salir de la hibernación y pasar de estadio.
Características:
Suelen ser personas con muy baja autoestima, poca personalidad y en general
pasan por la vida desapercibidos, sin hacer ruido. Son invisibles y se esconden
detrás de personas más fuertes que muchas veces pisan y destruyen hasta
convertirse en Total zombis de grado cuatro. Miradas vacías, oscuras y
penetrantes. Rostros marchitos, sin luz. Pesimistas. Quejadores compulsivos. No
quieren que les ayudes sólo vomitarte su ponzoña.
En
el número dos los “Mutantes”: Son
aquellas personas envenenadas por la maldad. Sus primeros síntomas ya son
visibles para aquellos que sean capaces de ver su aspecto real. La piel empieza
a descomponerse, cayéndose a cachos a cada paso que dan. El olor es
insoportable y dejan un rastro de gente mareada y sin rumbo a su paso.
Características:
Suelen ser personas negativas y llenas de pesimismo, rodeadas por un aura
espesa y densa con la que te atrapan sin dejarte respirar. Rostros marchitos y
sin luz. Pieles llenas de impurezas. Sequedad. Acné. Padecen ansiedades leves y
poseen vidas vacías dónde se encuentran atrapados y sin salida. Para
reconocerlos sólo tienes que hablarles sobre lo maravillosa que es tu vida.
Automáticamente el mutante que llevan dentro tomará las riendas y te cortará
sin más, pues está empezando a hervir oliendo tu alegría. Con comentarios
sarcásticos e hirientes intentarán hacerte ver que tu alegría no es tal y que
en realidad tienes un problema grave con frases como “Te lo digo por tu bien…”
o “No quiero ser yo quien te diga esto pero…” Lo normal es que sigan su ascenso
hasta convertirse en zombis completos.
En
el número tres “Crisálidas”: El virus ya se ha extendido por todo su cuerpo. Ha
tomado el mando pero todavía no son conscientes de su propia naturaleza. Vagan
por las calles sintiendo la necesidad de sangre, corriendo con sus gargantas
resecas, pero no pueden ponerle nombre a lo que les está sucediendo.
Características:
La enfermedad ha dejado huella en sus rostros llenos de líneas de expresión y
arrugas por el tremendo catastrofismo y pesimismo con el que se enfrentan a sus
tristes vidas. Estallan sin control. Pasan de una emoción a otra, sin
transición, incapaces de gestionar sus sentimientos. Sufren de estrés crónico y
la mayoría hace años que no logra dormir más de varias horas seguidas. Son incapaces
de relajarse un segundo y tienen que llenar sus vidas con actividades y eventos
sociales para no pararse a pensar ni un sólo segundo en sus insatisfactorias
vidas sin sentido. Miradas oscuras, fijas, aturdidoras. Caras demacradas y sin
luz, cuerpos encorvados y sin fuerzas.
Sus
víctimas ya se cuentan por decenas, su apetito va en aumento a medida que la
metamorfosis avanza. Caminan pululantes, con sus cuerpos totalmente desechos y
corroídos por el virus. Se afanan por encontrar sangre fresca con la que
alimentarse porque su apetito cada vez es mayor. A medida que la transformación
llegue a su fin, será más difícil demostrar su existencia, ya que se camuflan
bajo personas amables y carismáticas. Ellos fueron los culpables de tu último
despido, de que te pelearas con tu mejor amigo, de la discusión con tu pareja
que casi te cuesta el divorcio… y tú, pobre incauto los tenías al lado
apoyándote en ellos porque eran tus mejores amigos.
En
el número cuatro están los “Total Zombi”:
La metamorfosis ya ha llegado a su fin. Las sombras han desaparecido de sus rostros y una nueva
apariencia bella y sugerente ha salido a la luz. La descomposición va por
dentro, así que a primera vista son totalmente imperceptibles.
Únicamente
los Seres de luz podrán ver su aspecto real en descomposición, podrán oler su
nauseabundo olor a carne podrida. Eso sí, ellos son plenamente conscientes de
su naturaleza. Se sienten poderosos haciendo sufrir a los demás, y lo saben, lo
saben y lo buscan. Sabedores de su propia mezquindad y de su necesidad de
sangre, intentarán destruirte a toda costa. No se conformarán haciéndote sentir
mal con frases fuera de contexto e hirientes, no, quieren tu vida. No
descansarán hasta que hayas perdido lo que más quieres. Así que ante el más
mínimo síntoma de cansancio o aturdimiento huye sin mirar atrás, huye e intenta
salvar tu vida.
Características:
Suelen ser personas incapaces de empatizar con el dolor ajeno. Frías,
calculadoras y distantes. Gestionan perfectamente sus emociones. Narcisistas y
con un ego desmedido que les lleva a intentar escalar lo más alto posible en
sus exitosas carreras profesionales. No les gustan los animales, pero muchos
tienen mascotas para disimular su incapacidad para sentir afecto por otro ser
vivo. Son personas inteligentes, carismáticas y en muchos casos gobiernan
países y dirigen grandes empresas. Rozando casi la psicopatía, su falta de
autoestima les lleva a destruir todo lo que les haga sentir incómodos.
Incapaces de ser felices, tu felicidad será lo primero que te arrebaten, y lo
último… tu vida.
La
sala de urgencias estaba repleta de gente. Esther echó un vistazo y resopló con
asco ¡Cómo había caído tan bajo, ahí,
rodeada de chusma! El culo se le escurrió en aquel incómodo asiento de
plástico y esperó con los ojos entornados y los brazos cruzados a que fuera su
turno.
Hora
y media después, la enfermera la hizo pasar a la sala de curas. Al entrar por
la puerta una luz cegadora hirió sus ojos de no–muerta. El olor a sangre fresca
inundó todos sus sentidos sin dejarla respirar.
–Siéntese en la camilla por favor,
echaré un vistazo a esa mano–dijo el doctor dándole la espalda.
Moreno,
de pelo corto y tremendamente atractivo, el doctor parecía haberse percatado de
lo que en realidad era Esther y la trataba con lejanía. Esther no estaba en
absoluto acostumbrada, pues como chica guapa, se jactaba de que todos los
hombres querían estar con ella.
Este
sin duda era diferente. Hay personas que tienen un sexto sentido y perciben a
los zombis casi instintivamente. El doctor parecía ser uno de ellos. De todas
formas desplegaría sus encantos por si se estaba equivocando.
–¡Soy tan torpe doctor! Estaba limpiando
con tan mala suerte de que he resbalado y me he cortado con una copa de vino…–dijo
Esther poniendo morritos.
Una
luz blanca la envolvió y su carne comenzó a arder.
–Tenga más cuidado la
próxima vez–dijo el doctor cortante suturando la herida.
–¡Au! Eso me ha dolido–
–¡Listo!–
Abrasada
por la luz, quiso salir corriendo para salvar su vida. Desconcertada,
agarrándose la mano y mirando de reojo al doctor sin dar crédito. Pocas veces
un hombre había osado rechazarla y eso
la descolocaba. Hacía tiempo que no olía una sangre tan pura y suculenta, de
primera clase.
El
doctor levantó la cabeza para despedirla y volvió a contemplarlo en todo su
esplendor. Unas enormes alas blancas se desplegaron hacia el cielo detrás de su
espalda. Su barbilla se elevó y una luz celestial iluminó todo su cuerpo.
Esther tuvo que bajar la cabeza deslumbrada y salir de ahí lo más rápido
posible. No podía con él. Los Seres de luz son casi inmunes a su mordedura y
para más inri la hubiese podido destrozar si hubiese querido. Así que salió lo
más rápido que pudo con sus dientes corroídos replegados y su autoestima por
los suelos.
Estaba
de suerte. Se pueden contar con los dedos de las manos los encuentros de zombis
con Seres de Luz que han seguido con
vida. Almas puras que vagan por el mundo, guardianes de nuestro universo,
combatientes del mal que anida en el fondo de las almas de muchos hombres. Su
lucha es encarnizada y feroz, pudiendo
despojar de sus poderes chupa sangre a muchos zombis únicamente con tocarlos,
devolviéndolos al estadio uno. Robándoles su energía y obligándoles a
arrastrarse como lombrices hasta completar de nuevo su transformación.
Era
tan mortífero para ella como atractivo y por un minuto deseó dejar de ser una
no–muerta. Lo cierto es que nunca había puesto sus ojos en alguien decente. Su
público solían ser viejos directivos del canal de televisión donde trabajaba
como reportera en un programa de corazón. O productores que la ayudaron en su
carrera televisiva a cambio de algunos favores sexuales en despachos. Salir con
un chico de su edad era totalmente desconocido para ella, pero cuando vio a
aquel doctor pensó que quizás ya era hora
de buscar el amor. Por desgracia, el amor no la buscaba a ella.
Otras
novelas publicadas: Escapando de Victoria
Gracias por compartir una parte dr la historia. Besos.
ResponderEliminarHola! Gracias por la reseña.
ResponderEliminarBesos!!
Hola, me gusta mucho tu blog. Yo también tengo uno. Pásate y si te gusta sígueme¡¡ Un besazoo¡¡ nos leemos
ResponderEliminarmimundosinlibros.blogspot.com.es