Muriel Hammond es una joven de la burguesía rural inglesa con ínfulas aristocráticas. Desde niña se había imaginado siempre avanzando hacia la edad adulta como quien se dirige a un extraño y hermoso carnaval, pero al atravesar el umbral de su madurez asiste al despertar de sus inquietudes cuando se detiene ante la estampa de una calle aburrida y abarrotada de gente. Allí nadie le presta atención, y se esfuman, como atravesados por una niebla repentina, un puñado de recuerdos, imágenes y visiones que ella siempre había visto maravillosos y que ahora son inalcanzables, como juguetes rotos.
En esta encrucijada vital, su amiga Delia, militante feminista y socialista, le revela que lo verdaderamente importante en la vida es vivirla y asumir la responsabilidad de los éxitos y los fracasos. «Todo en la novela —escribe Marion Shaw— trabaja a favor de esta resolución, mostrando cómo Muriel, que se ha desvivido para complacer a los demás y adaptarse a las expectativas sociales, logra finalmente trascender las limitaciones de una comunidad en la que lo único que cuenta para una mujer es el éxito sexual».